El paso era angosto, tanto que en algunos tramos incluso se veÃa obligada a avanzar con las manos en la tierra, empujando sus enseres y armas para no quedar encajada en la roca. Llegó a dudar en algún momento pero seguÃa adelante, ella no era de las que se equivocaban, estaba segura de que habÃa escogido bien el camino. Allà no entraba ni la más mÃnima luz, por suerte el colgante de Azob solucionaba ese problema, al menos hasta que su magia se agotase.
No era fácil asustarla, ninguna criatura podrÃa hacerlo, pero la naturaleza era otra cosa, ante ella cualquiera era insignificante. Imaginaba un temblor de tierra, un pozo abierto de repente o un desprendimiento, nunca se sabÃa con qué podÃa sorprender la Madre. Era consciente de que la imaginación era siempre el peor de los enemigos posibles, pero nunca habÃa sido capaz de no usarla en ese tipo de circunstancias. Sudaba. Empezaba a angustiarse. Si esa galerÃa se estrechaba un poco más...
Notó un resplandor, muy tenue en un principio pero más potente a medida que avanzaba. Respiró tranquila. HabÃa llegado. El túnel se abrió por encima del piso de una caverna enorme bañada por la noche a través de una bóveda abierta. El viento acarició las mejillas de la elfa y esta, por fin, pudo ponerse de nuevo en pie. La luz procedÃa de abajo. Ahogó un grito, allÃ, tal y como habÃa averiguado, estaba el tesoro perdido de los Reyes Humanos. Bajo sus botas habÃa más riquezas de las que nunca pudo soñar, sin embargo, se dio la vuelta lentamente y elevó una plegaria a todos los dioses para llegar pronto a la salida de la galerÃa por la que acababa de llegar, ningún mapa ni ningún informador le habÃan hablado del dragón que custodiaba el tesoro y como todo elfo sabÃa, enfrentarse a un dragón era asegurarse una muerte terrible. Suspiró. TendrÃa que buscar otro tesoro legendario.