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  • Foto del escritorJavier Fernández Jiménez

Un rey verdadero


El trote mortecino de su caballo le mantenía adormilado. No recordaba cuándo había sido la ultima vez que había descansado bien. Tampoco importaba. Había vivido demasiado tiempo atrapado por una obsesión estúpida. Era un necio, ahora lo sabía. Aunque ya no había vuelta atrás.


A su alrededor sentía el caminar mortecino una marea de personas, grises y cabizbajas. Apenas era un borrón en sus pensamientos. El llanto hizo que levantara la mirada. Quizás fue la primera vez en toda su vida. Y los vio, por fin. A su lado deambulaban los restos de lo que había sido su reino. No eran más que criaturas cabizbajas y dolientes. Una hilera desordenada de caminantes polvorientos. Se preguntó cómo podía haber estado tan ciego.


Vio caer al suelo a una figura menuda. Un impulso hizo que saltara al suelo, fue una decisión tan repentina que estuvo cerca de caer él mismo de bruces. Se agachó y tomó en brazos a la niña desfallecida. En sus ojos apagados pudo ver el miedo y la pérdida. Nunca se había sentido tan miserable. Tras unos minutos tiró la corona al barro, se levantó, subió a la pequeña al caballo y, con las riendas en la mano, continuó caminando en silencio. Su pueblo, por fin, en mitad del destierro, había encontrado a su verdadero rey.

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