Nadie recordaba cómo eran los dragones. Algunos viejos narradores, llegados desde el Continente, los mencionaban en sus leyendas. ParecÃan aterradores. Cuando llegaba la noche, con el fuego reflejado en sus pupilas y la miradas fijadas en recuerdos remotos, asustaban a los niños con historias repletas de fuego, sangre y cenizas.
La tarde en la que apareció el Peregrino era oscura. Estaba a punto de desatarse una tormenta. Dijo venir del norte. Como era costumbre pidió cambiar una noche de cama por una buena historia. Pronto tuvo a todo el pueblo congregado a su alrededor. Pero sus historias eran diferentes. No asustaban. Hablaba de una gran y terrible cacerÃa, de muerte, de la desaparición de criaturas extraordinarias. Sus palabras hacÃan un daño extraño en el corazón.
Dunh nunca supo en qué momento se fijó en los ojos de aquel hombre. RelucÃan más de lo normal. Reculó sin saber por qué, asustada de pronto. Una sonrisa triste brotó en la cara del desconocido, era cálida y apaciguadora. Cuando partió al dÃa siguiente la niña supo que algún dÃa volverÃan a encontrarse. También supo que habÃa estado muy cerca de una verdadera leyenda.