top of page
  • Foto del escritorJavier Fernández Jiménez

Miedo al dragón


Imagen generada por IA, con ayuda de Photoshop

Cada noche llegaban los dragones. Alguien gritaba y todos corrían en busca de refugio. Aterraba su pura cercanía. Solo algunos eran capaces de verlos en la oscuridad, pero todos escuchaban sus rugidos, el crujir viscoso de sus alas, el silbido mortal de su aliento de fuego. Nanha era de aquellas desafortunadas que podía verlos.

Era imposible contener el pánico desatado por la presencia de un dragón. El temblor incontrolable, el frío en los huesos, los músculos agarrotados de puro miedo. Aquel mal inaudito se adentraba en las entrañas y rasgaba el alma, te hacía gemir y sollozar. Provocaba que quisieras morir, desaparecer en ese mismo instante.


Pero aquella noche Nanha no se dejó doblegar. Maldijo a los dragones con el puño en alto y gritó con todo el odio que era capaz de sentir en su corazón de niña. Corrió hacia la muralla y saltó encima de una almena. No estaba dispuesta rendirse de nuevo. Miró a los dragones a los ojos y escupió toda su ira. En todo el mundo se desató una tormenta imposible, la propia corteza terrestre se resquebrajó y los dragones, por fin, aterrados, abandonaron para siempre la tierra de los hombres.


9 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page