La niña de fuego
- Javier Fernández Jiménez
- 29 jun
- 1 Min. de lectura

El fuego rodeaba la aldea. Nadie se movía. Estaban todos petrificados de terror y estupefacción. ¡Aquello era imposible! ¿Qué fuego era capaz de prender en la nieve y en el hielo?
Qhar'a miró más allá de la Torre de los Antepasados, algo se había movido a lo lejos, entre los bloques de hielo que rodeaban la aldea y la protegía de los osos. Algo enorme que la llamaba con insistencia. Nadie más parecía haberse percatado de ello. Nadie se movía. Nadie sabía qué hacer.
Como si acabara de despertar de un sortilegio empezó a correr en aquella dirección. Allí estaba la respuesta. Algunos la miraron correr. El Tuerto fue el único que la sonrió. Cruzó la aldea como un relámpago. Un grito resonaba en su cabeza, tan estridente que tuvo que gritar ella misma. Al hacerlo el fuego se detuvo, la criatura desapareció y todos la miraron como si ella fuese el auténtico monstruo.








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