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  • Foto del escritorJavier Fernández Jiménez

La mujer de las siete vidas

Una chica joven ve su pueblo ardiendo desde la montaña
Imagen generada con Microsoft Designer

En el pueblo decían que tenía siete vidas. Por eso, desde muy pequeña, la llamaban Mía, como la gata vagabunda más vieja de la Plaza. Mientras ascendía apenas podía respirar por el esfuerzo, pero iba rumiando si aquellos rumores tendrían algo de verdad. Fiebres altas, un terrible ahogamiento, aquella vez que se cruzó con un oso en el bosque... Lo cierto es que había sobrevivido a momentos que para cualquier persona normal habrían resultado mortales.


Era una superviviente, lo sabía. Y aunque dudaba de eso de contar con vidas de más había adoptado como suyo el nombre. Mía. Sobre ella planeaba un milano real. Lo admiró durante casi un minuto en el que recuperó las fuerzas antes de llegar a la cima. Con un último impulso saltó la distancia que la separaba del risco. Sudaba y jadeaba, pero estaba satisfecha, había llegado.


Desde allí pudo contemplar el fuego, la desolación. Estaba lejos, a salvo. Imaginó los gritos de dolor y de angustia, las risotadas de los soldados, la muerte. Pronto su querido pueblo no sería más que un rincón abandonado, otra zona fantasma, como las llamaban los forasteros. Pensó en todos los que iban a morir a lo largo de ese día. Ella estaba a salvo, una vida más. Se decidió. En ese preciso instante. Saltó desde lo alto del risco con una idea en la cabeza, su próxima existencia la iba a dedicar a salvar a los suyos y a destruir aquel ejército.

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