Estaba ahÃ, la Isla. HacÃa muchos años que soñaba con ella. Impresionaba el pico humeante y hueco, el aura roja, las olas rompientes en sus acantilados. Destellaba en la oscuridad de la noche. Las tres lunas recorrÃan el firmamento una noche más. A pesar de todo habÃa llegado.
Era peligroso continuar, aun asà continuó el descenso. Resbaló y estuvo muy cerca de perderse en el abismo que conducÃa hasta el Paso de la Magia, el único acceso posible. Estaba muy cansado. La experiencia le gritaba que se detuviera, que aguardara la llegada del alba. Desechó la prudencia y continuó recorriendo la ladera empedrada. Llevaba esperando toda la vida. Estaba cansado de esperar.
Un trueno rugió el los cielos. Algo no iba bien. La Isla se desvaneció ante sus ojos. Estaba en peligro. Y lo supo, habÃa sido rechazado. A pesar de toda una vida de dedicación y de búsqueda. Pensó en la huida y se preguntó qué sentido tendrÃa huir. No habrÃa nada, no tendrÃa nada, no serÃa nada. No era nada sin la magia y esta le acababa de rechazar. Suspiró y detuvo su descenso, esperando a que llegara la muerte. Un huracán azotaba la montaña. Los dioses habÃan dictado sentencia. Cerró los ojos, apesadumbrado. Decidió apartar de sus pensamientos el pesar y el miedo, enfrentarse a la muerte con la dignidad del que lo ha intentado todo, del que lo ha entregado todo. Y al abrir los ojos descubrió que finalmente habÃa superado la Prueba.