Apareció de pronto en mitad de un pasillo retorcido que parecía no tener techo y se perdía en una oscuridad creciente. A un lado y a otro se levantaban hileras e hileras de libros infinitos en estanterías que se alargaban más allá de donde llegaba la vista. A pesar de la situación y del miedo al lugar desconocido se sintió extrañamente tranquilo. Se acercó a una de las estanterías. Algunos libros parecían susurrar su nombre, atraerlo como por arte de magia.
Un murmullo fue creciendo hasta convertirse en una conversación distendida. Se asustó mucho al ver a un lobo caminando junto a una niña. Ambos le saludaron educadamente y continuaron camino y conversación. Sin saber muy bien por qué, decidió seguir sus pasos. Pronto pudo sentir un pequeño alboroto procedente de una sala abovedada y también repleta de libros de todas las clases, tamaños y colores. Libros en las paredes, libros apilados en el suelo y libros en mesillas destartaladas.
La sala estaba repleta también de personajes singulares, extraños. Algunos parecían muy peligrosos. Creyó ver, apoyado en una esquina, el terrible casco de uno de los peores villanos que había encontrado nunca entre las páginas de sus lecturas. Se estremeció de miedo. Alguien carraspeó y una mano de madera le invitó a sentarse junto a una sirena. Cuando el bibliotecario empezó a hablar la sala enmudeció. Y aunque seguía sin saber dónde estaba, se sintió seguro. Sin saber por qué, supo que estaba por fin en casa.
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