Estaba ahí, la puerta. Atravesarla era la única manera de salir. De cambiarlo todo. Para siempre. Era osado y rebelde, pero nunca había llegado tan lejos. Todo lo que me reservaba el más allá era una nebulosa desconocida. ¿Me atrevería a dar ese paso hacia lo desconocido?
No había vuelta atrás, ¿o sí?. Un paso, dos... Solo tenía que empujar la hoja y descubriría el secreto, por fin sabría qué ocultaba esa puerta que siempre había significado protección y ahora solo me brindaba condena. Cerré los ojos, acumulé fuerzas y supe que la decisión estaba tomada.
Di un paso atrás. De pronto quise volver a la protección de mi vida pasada. A la confortabilidad del hábito y lo conocido. Noté el empujón y caí de bruces. La puerta se abrió. No podría regresar. Ya no. Quedé cegado por la luz del umbral entornado. Sentí la brisa en la cara y miré a mi alrededor. Grité. Nunca había esperado lo que tenía ante mí.
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