La noche había caído a plomo sobre la ciudad. Una tormenta rugía a lo lejos y empezaba a invadir rápidamente las calles. Ely intentó acelerar su paso pero la cojera no le permitía demasiados alardes. El relámpago iluminó la noche y provocó un latido súbito de su pecho. No debería estar allí a esas horas.
Escuchó un chirrido rocoso a su espalda antes de notar los pesados pasos que la perseguían. Estaba en serio peligro. Ella, que había sobrevivido a las peores pesadillas en su viaje se sentía indefensa en la ciudad. Miró con desesperación a su alrededor y vio un charco de barro. Se arrodilló y llenó sus dedos de lodo. La presencia y la tormenta se acercaban, estaban casi encima.
Trazó los símbolos a toda prisa. No estaba segura de haberlo hecho correctamente. Respiró hondo y esperó la llegada de la criatura. El demonio era enorme, bestial. Intentó penetrar la barrera con todo su odio y con todas sus fuerzas, pero las runas eran las correctas. Con un rugido monstruoso, criatura y tormenta desaparecieron en la noche. Ely por fin respiró, una noche más, había eludido a la muerte.
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