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  • Foto del escritorJavier Fernández Jiménez

Monstruos en la noche

Actualizado: 20 ago 2021



Llovía.


Llovía mucho.


Y el camino era cada vez más estrecho.


Wilfredo estaba muy cansado. Viento tampoco lo ponía nada fácil.


—¿A quién se le ocurre meterse por este lodazal? ¿Es que tampoco sabes escoger bien los caminos?

—Te recuerdo que fuiste tú quien nos metió en la casa de aquel ogro, ¿recuerdas?

—Bueno, bueno, tampoco es para ponerse así, fue una equivocación de nada.


El caballero ni siquiera contestó.


Caminaba en silencio, deseando llegar a algún lugar seco en el que echarse a dormir. Llevaban tres jornadas de descansos escasos y marchas forzadas. Incluso habían tenido que eludir a un grupo de extraños enanos verdes que caminaban a seis patas.


Meterse en aquel camino parecía una buena solución, pero la noche les había pillado en mitad de la nada y la lluvia impedía que viesen bien.


Y todo estaba embarrado. Era asqueroso.


Viento relinchó, pero ni siquiera él tenía demasiadas ganas de protestar o discutir aquella noche.


Las baladas de los héroes de antaño no hablaban de noches de barro, lluvia y frío, ¿por qué los trovadores nunca habían hablado de esas cosas?


Wilfredo se detuvo al descubrir que el camino les conducía a una estrecha garganta. Llovía tanto que no se había percatado hasta ese momento. Calculó que él la atravesaría sin demasiados problemas, pero ¿Viento podría hacerlo? Sí, no era el caballo más fuerte y robusto, es más, estaba bastante escuálido, pero ¿podría pasar por ese desfiladero?


Miró hacia atrás con disimulo, calculando las posibilidades.


Quizás lo mejor fuese pasar allí la noche y ver qué podían hacer al llegar la mañana.


Y entonces lo vio. Una criatura extraña detrás de su caballo.

Era un ser de unos dos metros de altura, bastante voluminoso y de aspecto amenazador. Levantaba unas extremidades enormes en dirección a Viento y no parecía tener muchas ganas de conversar.


La lluvia no dejaba verla bien, pero Wilfredo supo al instante que se trabaja de un enemigo.


—Viento, a mi espalda, ya.

—¿Ya estamos gritando? ¿Cuántas veces tengo que decirte que no eres mi amo?

—Déjate de tonterías y ven, rápido.


Intentaba desenvainar la espada, pero, una vez más, estaba atascada en la vaina. Wilfredo se dijo que cambiaría esa espada a la primera oportunidad, si es que la tenía.


Se lanzó a la carrera en dirección a Viento.

—Pero ¿qué haces?

—Corre. Atraviesa ese pasillo.


La criatura se acercaba. Wilfredo, sin ningún arma a mano y decidido a salvar a Viento usó su velocidad para atacar. Saltó hacia la criatura y… la atravesó.


Cayó de rodillas en el suelo, cubierto de barro. Decenas de nuevas criaturas se levantaron a su alrededor. Eran seres de lodo.


Viento miraba la escena aturdido.


Alrededor de Wilfredo se levantaba todo un ejército de criaturas de barro.


Estaban perdidos.


De hecho, la criatura que el caballero había atravesado se levantaba de nuevo, sin ningún tipo de problema.


Viento estuvo tentado de correr, tal y como le había dicho Wilfredo, y ponerse a salvo, pero no podía dejarle allí, tenía que ayudarle. Se lanzó a la carrera cuesta abajo e, imitando a su amigo, se lanzó hacia las criaturas con todas sus fuerzas. Todas fueron cayendo deshechas en el suelo.


El caballo blanco se acercó hasta el caballero, los dos parecían otra de esas asquerosas criaturas de lodo.


—Tenemos que irnos de aquí.


A su alrededor los seres de barro volvían a levantarse. Wilfredo temió que Viento no pudiese atravesar el desfiladero, de ser así, estaban perdidos, quedarían a merced de aquellas criaturas.


—Corre —gritó.


Viento encabezó la huida.


—¡Pero si por aquí no quepo!

—Pues coge aire, tienes que hacerlo.

—¿Que coja aire? ¿Estás loco?

—Ya vienen, ya vienen.


Viento empezó a avanzar por la garganta. Muy despacio, demasiado despacio. Wilfredo no tenía nada con lo que hacer frente a los monstruos.

Cada vez estaban más cerca.


Y no dejaba de llover.


—¿Te puedes dar un poquito más de prisa?

—Hago todo lo que puedo. Ahora, como me quede aquí atrapado ya verás, la vamos a tener. ¿A quién se le ocurre que un caballo se meta por este lodazal y que luego tenga que atravesar un pasillo de arena por el que ni cabe? ¿Qué clase de caballero eres?

—Viento, no es por nada, pero ¡¡muévete!!


Una docena de metros más y lo habrían conseguido. Las criaturas se acercaban, pero incluso ellas tenían dificultades para atravesar el desfiladero y tenían que hacerlo de una en una.


Wilfredo vio una raíz que sobresalía a la altura de su cabeza y, desesperado por encontrar algo con lo que intentar defenderse del primero de los seres de barro, que casi había llegado hasta él, tiró de ella con todas sus fuerzas.


Viento llevaba unos segundos sin avanzar ni un paso.


—¿Se puede saber qué haces? ¿Por qué no sigues caminando?

—Porque me estoy tomando un respiro… ¿por qué te crees que no lo hago? Porque no puedo, me he atascado.


Wilfredo siguió tirando.


—¿Cómo que atascado? Suelta aire e inténtalo, están a punto de alcanzarnos.

—Pues como no me meta las costillas en el cogote, no sé qué más voy a poder meter.


De repente la raíz cedió.


Lo que ocurrió entonces fue… en fin, fue…


Mejor os lo cuento directamente, sin adjetivarlo.

La raíz era más larga de lo que parecía, de hecho, recorría buena parte del borde del desfiladero, con la lluvia y la tierra humedecida, se desprendió muy fácilmente, provocando que la tierra que tenía a su alrededor también cediese de un modo inexplicable y repentino. Media montaña se deslizó a los pies de Viento y de Wilfredo, arrastrando en su caída a los monstruos que los perseguían y dejando vía libre a Viento para avanzar sin problemas.


—¿Qué diantres has hecho? —Preguntó el caballo al caballero.

—Mejor no preguntes. Anda, vámonos de aquí lo antes posible.


Y encima, había dejado de llover.


Un mirlo empezó a cantar, el amanecer casi había llegado.




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2 Comments


Cris Cuadrado Barroso
Cris Cuadrado Barroso
Jun 11, 2021

Me parece divertida, de fácil lectura entretenida, y algo intrigante puesto que deseas seguir leyendo para saber que le pasa al pobre Wilfredo, los montruitos de barro me los imagino. Me gusta mucho.

Gracias

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Javier Fernández Jiménez
Javier Fernández Jiménez
Jun 14, 2021
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Muchas gracias Cris!!

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