Cuando la tierra tembló todos supieron que sus vidas corrÃan peligro. Era mediodÃa. El cielo se tornó oscuro y ceniciento. El olor a azufre era tan espeso que tuvieron que taparse la boca y alejarse lo más rápido posible. El veneno invisible de un volcán es el mayor de sus peligros. Lo abandonaron todo. Solo salvaron lo más importante que tenÃan: la propia vida y la de sus seres queridos.
La tarde les sorprendió huyendo. Ya en la playa, a varios kilómetros de su hogar, pudieron ver la erupción del volcán en toda su extensión. El gigante habÃa despertado. ParecÃa furioso. Lanzaba oleadas de fuego que caÃan lentamente por la roca en rÃos incandescentes. EscupÃa piedras, llamas y humo. El calor era insoportable incluso desde allÃ.
Fue Xiu quien levantó la mano temblorosa hacia la cortina anaranjada que rodeaba el cono volcánico. La luna rielaba ya en las olas tranquilas del océano. La niña gritó con un gesto de sorpresa y de miedo, sin dejar de señalar a un punto en concreto de la gran montaña que durante tanto tiempo los habÃa protegido y cobijado. Lo vieron por fin. El dragón, rojo como la sangre, relucÃa en la noche. Acababa de abandonar su nido. Su poder y su fuerza habÃan desatado el miedo y el fuego del volcán.