No sabía si era cosa suya o esa mañana la tiza corría a más velocidad sobre la pizarra. Estaba más contenta y más tranquila, de eso no había duda alguna. Lo sabía, sabía que seleccionar a los estudiantes mejor cualificados y unirlos todos en una misma clase era lo mejor que se podía hacer. Así daba gusto dar clase.
Pensó en lo que estaría pasando en el otro grupo. Niños que interrumpían, otros que leían mal, algunos que se distraían con cualquier cosa... se los había quitado de un solo golpe, a todos. No entendía por qué nadie había hecho algo así antes en aquel colegio. Los otros tendrían sus oportunidades, seguramente pocas, pero sus alumnos se merecían algo mejor y lo iban a tener. Ella se había encargado de ello. Lo mejor para los mejores.
Cuando llegó la carta no pudo esperar para abrirla. Estaba en clase. Al leerla por segunda vez tuvo que salir al pasillo. No podía creer lo que decía. Se sentó en el suelo y poco le faltó para gritar: "Tiene una clase increíble. Sus alumnos son los mejores, merecen lo mejor. Queda usted despedida".
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