Lo vio de nuevo. Un pájaro dibujado en la pared. Volaba hacia el sur y Jashia supo hacia dónde tenía que dirigirse. No sabía quién dejaba esas señales pero eran lo único que la mantenían en pie. Descubrir nuevos pájaros, maravillarse del trabajo de aquel artista desconocido, seguir el camino marcado por su arte.
No era seguro encontrarse con un desconocido, no en aquel yermo desolado. No después de la Gran Explosión. Y aun así perseguía a aquel artista, como si fuese un sueño, una meta a alcanzar. Llevaba días tras el Artista de los Pájaros, como había decidido llamarle. Y estaba segura de que si conseguía dar con él todo cambiaría para ella.
Pronto tendría que abandonar la búsqueda, apenas tenía provisiones. Llevaba días comiendo solo lo imprescindible y bebiendo menos de lo necesario. Cojeaba, pero no iba a detenerse. Llevaba meses buscando un objetivo y ahora… Estuvo a punto de caer en una enorme hondonada en mitad del desierto. No se apreciaba hasta no estar casi encima. En el fondo, a muchos metros bajo ella, vio la bandera: un rabilargo. Y una puerta abierta y alguien que la esperaba. Y lo supo, por fin estaba en casa.
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