Caminaban en silencio, amparados por la oscuridad. La luna llena era suficiente para recorrer el bosque sin miedo de caer en un pozo o en un barranco. Podrían haber encendido antorchas y gritado en mitad de la floresta, pero eso habría bastado para que aquella noche y la caminata de todo un día no sirvieran para nada. Estaban de cacería y tenían que ser silenciosos.
El crujido de una rama o el ulular de una lechuza bastaban para que los latidos de corazón se disparasen. Josué estaba aterrado, su padre le había obligado a participar de aquella batida. Nunca antes había estado en el bosque en la madrugada y todo parecía acechar para atacarlos en cualquier momento. Escuchó un gemido sordo y supo que algo iba mal. Empezó a correr hacia el lugar, aunque su cabeza le gritaba que corriese en la dirección opuesta.
Al llegar tuvo que morderse la mano derecha para no gritar, algo estaba devorando al líder de la partida. Había sangre por todas partes. Refugiado tras una encina retorcida pudo ver, en mitad del claro, a aquella bestia con forma humana, el pelaje plateado relucía a la luz de la luna, las garras se hincaban profundamente en el cuerpo del yaciente, arrancando pedazos de carne que la criatura engullía con un pico alargado y curvo. Josué dio un paso hacia atrás y tropezó con una raíz, cayó de espaldas y en ese momento, cuando ya no podía ni correr, se hizo visible la forma que caía desde lo alto del árbol, los cuernos de cabra, los ojos relucientes, el chillido mortal y, antes de poder hacer nada por evitarlo, el agudo dolor, su propio grito y la sensación de que algo lo estaba desgarrando y devorando poco a poco.
El demonio al que se enfrentan los protagonistas es un COLACHO, una criatura del folklore español, que es muy conocida en Burgos. Es un ser extraño, sin brazos, envuelto en pelo, con cuernos de cabra, garras y pico de ave. Se alimenta de carne y puede hacerse invisible a voluntad. Es terrible, así que, si deambulas por los bosques burgaleses... ve con ojo.